Manzanillo, nuestra ciudad y puerto ha sido injusto a lo largo de su historia. A finales de los 90 comenzó un desarrollo exponencial del Puerto, circunstancia que acompañó el crecimiento de los complejos turísticos de alto nivel que se fueron instalando en nuestra ciudad y playas.

Mientras todo esto sucedía, la ciudad creó una muralla invisible que fue urdida a partir de la ampliación y mejoramiento del Boulevard Costero. Cuando esta obra se planeó y comenzó a ejecutarse nadie imaginó que representaría un símbolo de separación entre dos espacios vivos de nuestro querido Manzanillo.

En la capital, Colima, existe el mismo problema: hay un desarrollo económico que no alcanza a todos. Mientras la zona norte de la ciudad crece, al sur incrementan los problemas sociales, la inseguridad, la falta de sustento y la violencia en la familia.

En Tecomán, el centro ha perdido su fuerza y empuje; mientras las orillas de la ciudad crecen de manera desproporcionada e injusta.

Estos factores confirman la prevalencia de un modelo de desarrollo que no distribuye la riqueza y confirma la incapacidad de los gobiernos estatal y algunos municipales en la visión de generar un derecho a la ciudad, al desarrollo, a la educación y la cultura para todos.

Vuelvo a Manzanillo, para retomar el ejemplo. Aquí, todo aquello que está en las inmediaciones del Boulevard representaba desarrollo, bonanza, crecimiento. Los turistas siempre han visto el mismo espectáculo: un Manzanillo bonito, agradable y pujante. Pero del otro lado del boulevard, la justicia no llegó ni hicieron su arribo el crecimiento económico, ni las calles con concreto hidráulico, no llegaron los drenajes ni un decente alumbrado público.

Fue hasta recientemente, que la alcaldesa Griselda Martínez inició con un proceso de transformación de Manzanillo; un modelo que apenas comenzó y que ha buscado otorgar las mismas oportunidades a los espacios, barrios y colonias que sufrieron el olvido y la injusticia de un sistema de desarrollo que se propuso embellecer donde vieran nuestros visitantes y grandes hombres de negocios, mientras el olvido se apoderó de las colonias más allá del Boulevard.

A pesar del mal Gobierno Estatal y del constante saqueo que se ha vivido en la entidad durante los últimos 30 años; Colima experimenta un crecimiento acelerado, hay bonanza en el desarrollo inmobiliario, el sector industrial adquirió una mayor relevancia, mientras el sector servicios y de restaurantes se vio favorecido gracias a estos factores.

Pero ese crecimiento no sirve de nada si propicia la depresión social, económica y cultural que ha sido causada en gran parte por las decisiones gubernamentales. Tristemente, la expansión de las ciudades y los nuevos desarrollos alentó una división social, cultural, educativa y económica que las autoridades municipales y el Gobierno Estatal no han sabido romper.

Romper con esta inercia es una de las tareas de la Cuarta Transformación y fue una de las principales demandas en el Foro Manzanillo: Epicentro de la Transformación en Colima, en el que tuve la oportunidad de participar.

El viernes pasado tuvimos la oportunidad de escuchar las propuestas e inquietudes de todas y todos ustedes. Y todos coincidimos en que sí es posible romper con esa tendencia que hemos señalado.

Para poder lograrlo es es urgente propiciar la participación e inclusión de las y los ciudadanos en las determinaciones que toman los gobiernos locales. Ya sea mediante Presupuestos Participativos, con un Plan Estatal y municipales de Desarrollo basados en verdaderas consultas ciudadanas y no en acuerdos cupulares para que los barrios y colonias, así como las comunidades crezcan en armonía con las necesidades de la ciudad. También se deben generar políticas públicas y programas sociales desde los municipios resuelvan las necesidades básicas de la gente, principalmente la alimentaria. Y luego, impulsar la economía desde abajo, erradicar la corrupción y disminuir el gasto innecesario porque no puede haber un gobierno rico y un pueblo pobre.

Esa es la gran propuesta de la Cuarta Transformación. Una transformación que surge para y por los ciudadanos. Una transformación en la que cabemos todas y todos. Una transformación en la que el bienestar social es la base para alcanzar la paz y la justicia. Una transformación en que la educación, la cultura y las artes sean prioritarias. Una transformación en la que la prioridad sea la gente o si no, no será una verdadera transformación.